domingo, 12 de septiembre de 2010

Como si yo no lo hubiera escrito (21-04-2010)

Llego a casa y enciendo la lap, preguntándome si pasaré esta noche sola. Ésta es una de esas noches en las que extraño escribir poesía. La cosa es que, como ya lo he dicho antes, cuando todo va acorde al plan no queda mucho qué escribir. No, no digo que mi vida sea monótona. Tampoco digo que no lo sea. Digo que siento que comienzo a olvidar cómo era quedarme despierta noches enteras como hacía antes. ¿Será que ya me estoy volviendo vieja?, y al final la responsabilidad me alcanzó... Nunca me imaginé a mi misma trabajando en algo en lo que mis manos no se mancharan de tinta. O algo en lo que hacer ruido en el trabajo estuviera prohibido. Ni en el cubículo de una oficina, mirando el reloj esperando a que den las ocho para salir volando. No, ese nunca ha sido mi plan de vida. Y no diré que nunca lo será, porque alguna vez alguien me dijo que siempre que uno dice nunca, eso a lo que uno dijo nunca resulta no ser tan nunca como uno supuso que sería. Y hasta la fecha no he podido probar lo contrario. Me asusta un poco no conocer el futuro. Llega a molestarme cuando me dicen que un día tendré que madurar y dejar de pintar mi pelo de rosa y mis uñas de negro. Y me pregunto si algún día caminando en la calle encontraré a esos que me hicieron dudar del camino que elegí, y podré decirles en la cara que logré, con el cabello rosa, todo y un poco más de lo que me propuse. Y me asusta que pueda pasar lo contrario. Porque hoy me di cuenta de que esa parte poeta de mí está muriendo poco a poco. Y yo no quiero dejarme morir, pero tampoco quiero volver a ser la caricatura de mí que un día fui.

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