lunes, 13 de septiembre de 2010

Cuentos de hadas



Yo no creía en cuentos de hadas. Tal vez, tal vez todavía no creo y nunca lo haré. Nunca creí tampoco en el destino, ni en nadie que dijera que puede adivinar tu futuro. No creía en la gente que lee la mano, que lee el tarot, que dice que saben lo que pasará en el 2012. Tal vez, tal vez todavía no creo y/o nunca lo haré. Yo creía en los planes de vida, en tener la terquedad suficiente para alcanzar un sueño. Y precisamente por saber que no tenía la terquedad suficiente (por no decir, nula), decidí que yo no tendría sueños. Y entonces creé un sueño basado en "no soñar". En esa época vivía en San Pedro Martir, en algún lugar hacia la carretera libre a Cuernavaca. Y vivía en la casa de mis sueños, una casa pequeña, blanca, rodeada por un jardín enorme con árboles frutales, con un río al lado que en las noches arrullaba pero cuando llovía no dejaba dormir. La casa estaba en un callejón, el callejón tenía entrada en una calle relativamente grande pero poco transitada. En el inicio de esa calle, había un terreno vacío, relativamente grande. Y en las orillas de ese terreno estaba siempre estacionada una pick up, de esas que tienen una caja plateada en la parte de atrás. Creo que no le presté atención mucho tiempo, pasaba y la veía pero jamás me dio curiosidad lo que fuera que podría haber dentro de la caja. Todavía estaba en la secundaria, supongo que no está de más aclarar que no fue una buena etapa en mi vida (como un puñetazo en la boca del estómago en la mañana, todos los días). Un día pasé caminando junto a la camioneta. No recuerdo por qué, en esa época pasaba muy seguido, yo estaba muy triste. Creo que estaba cansada, como muchas veces antes, como muchas veces después. El punto es que, por alguna casualidad del destino, ese día la puerta de la camioneta estaba abierta. Yo no sé qué pensaba que podía haber ahí antes de asomarme, pero estoy segura de que lo que vi no tenía nada que ver con lo que habria podido imaginar. Vi algunas cobijas extendidas sobre lo que parecía sservir de cama para alguien, asumí que un hombre relativamente joven con aspecto gitano que ordenaba no recuerdo qué cosas dentro de la caja. No me tomó mucho adivinar que él vivía, o al menos, dormía en ese arremedo de habitación. No recuerdo qué fue lo primero que pensé, y no espero recordarlo pronto. No estoy segura, pero creo que fue mucho después que la brillante idea se me vino a la mente. Una camioneta, tal vez una combi, como las de los hippies. Tal vez algo más grande, no lo sé, pero nunca nada parecido a un camper. No, sólo una camioneta pequeña, mucho papel para escribir, tal vez algo de comida enlatada, un tanque para gasolina de emergencia, un sólo cepillo de dientes y una guitarra.

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