Normalmente durante el día me llega a la mente una cantidad impresionante de cosas que podría convertir en entradas de blog. Muchas, demasiadas cosas que no tiene caso decirle al extraño de al lado sólo porque tengo ganas de hablar. La cosa es que es raro que tenga ganas de hablar... lo que siempre quiero es escribir. Es menos común de lo que algunos pensarían que tenga conmigo un cuaderno de notas, algo dónde guardar todo lo que me viene a la mente arremolinándose y haciendo líos en mi cabeza, telarañas de información sin sentido ni coherencia. Así es como funciona mi mente... algunos podrían decir que en realidad no funciona. Hace poco me preguntaron de nuevo "por qué escribes?". Como siempre yo no supe qué responder, por suerte para mi, quien me preguntó ya conocía una parte de la respuesta. La parte más lógica (si es que tiene algo de lógico) y más evidente: Que lo hago para decir de alguna forma todo aquello que mis labios no se atreven a pronunciar. Para muchas cosas en mi vida, hay más de una razón. Cuando comencé a escribir esta entrada pensé que sería más sencillo de explicar, debe haber más de una manera, yo no conozco ninguna. Lo sencillo es decir "No confío en mi memoria". O "Por pura inercia, mis dedos encuentran teclas y comienzan a moverse solos". Las dos cosas son completamente verdad, y completamente mentira. Igual que todas las razones que me pasan por la mente en estos momentos. No sé si Jenaro esperaba que le diera una respuesta en una palabra, debería saber que no se me da responder de manera sencilla (Aunque me obligue a veces, no es lo mío). ¿Por qué escribo?... Cuando comencé a escribir esta entrada pensé que lo sabía con certeza... culparé a que mi madre me llama a cenar de que no recuerdo qué iba a decir. Ya lo dije antes, no confío en mi memoria.
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