jueves, 8 de julio de 2010

Homeless

Abrí hace más de diez minutos la ventana para escribir una entrada de blog. Y la observé, sin verla aún. Pensé en contarles cómo me siento, a punto de mudarme, y sin atreverme a comenzar a llenar las cajas de cartón. Tal vez me da miedo el vacío. Ver una vez más mi cuarto (ex-cuarto) en soledad; Sin su librero, su restirador, su desorden en el closset. Pero no lo haré, porque no quiero pensar en ello antes de tiempo, aún no me voy. De cierta forma me recuerda las dos veces que dejé lugares que en verdad llegué a considerar un hogar. La primera vez fue porque pensaba que "hogar" era sinónimo de "casa". La segunda vez, porque fue ahí donde descubrí que sólo algunas casas podían llegar a ser hogares. Sé que cuando me vaya un par de personas dejarán de poder encontrarme. Y aún no sé si eso sea bueno o malo. Me alivia un poco saber que no podrán encontrarme, pero al mismo tiempo me hace sentir como si siguiera siendo la misma cobarde, como si estuviera huyendo de nuevo. Tal vez, y sólo tal vez, es porque es verdad que estoy huyendo de nuevo. El problema es que esta vez no lo hago a propósito, por primera vez me da por querer ordenar en lugar de empacar. Y es extraño, muy extraño. Tal vez comienzo a cansarme de no pertenecer.

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