domingo, 25 de julio de 2010
Pequeño pequeño Coco
Faltaba poco ya para septiembre, es posible que no faltara mucho para tu cumpleaños. No me sorprendió ver tu pelito blanco sin vida, como en posición de dormir. Y de cierta forma me alegró que hubieras estado dormido, que tal vez ni siquiera te diste cuenta, y sólo te quedaste dormido. Todavía recuerdo tus ojitos rojos el día que te conocí, la primera vez que te ví. Fuiste un regalo que no merecía, que hoy aprecio mucho más que el día que llegaste a casa, el 16 de septiembre del 2007, hace poco menos de tres años. Te puse Leche porque eras blanco, pero a tu papá no le gusta la leche, él te puso Coco. Y todavía me acuerdo de ese día, jamás me cansaría de verte jugar con tu hermana. No, nunca me cansé de verte jugar. Me gustaría pensar que todo fue mi imaginación, que nunca te fuiste, que estás en tu casa jugando con Ludwig y no en un tubo de papel de baño, dentro de una bolsa amarilla sobre la mesa.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy sentidas tus palabras, también he pasado por eso, las mascotas te alegran la vida pero entristeces cuando se marchan. Lo siento.
ResponderEliminarSaludos